Solo hay dos opciones: aceptarnos condicional o incondicionalmente. La primera es la que la mayoría de personas escogemos. Nos aceptamos solamente bajo ciertas circunstancias; cuando las cosas resultan como queremos. Por ejemplo: cuando consigo el trabajo que quiero, cuando gano la carrera, cuando me veo linda, cuando tengo enamorado, etc.

Lamentablemente como seres humanos somos de naturaleza FALIBLE, esto significa, que las cosas unas veces nos van a salir bien y otras mal. Si nuestra aceptación está directamente condicionada con nuestro éxito, estamos en problemas ya que es imposible tener éxito siempre.

Sin embargo, cuando nos aceptamos sin condiciones y nos damos permiso para equivocarnos y que las cosas salgan mal, ¡si mal! Nuestro nivel de ansiedad automáticamente baja y nuestro desempeño mejora.

La aceptación es incondicional, cuando carece de condiciones, me acepto simplemente por ser quien soy. Sí, es difícil dar el cambio de chip y pasar de la aceptación condicional a la incondicional. Un tema que ayuda mucho para lograrlo, es diferenciar y separar a las conductas de la persona.

Por ejemplo, si un día tengo un examen y no estudio, en lugar de llamarme “irresponsable”, es necesario entender que, efectivamente ese día me comporté de manera irresponsable. Esto no significa que siempre tenga que seguir comportándome de la misma manera. En efecto, en futuras ocasiones puedo comportarme de forma responsable.

Así también, nos liberamos de las etiquetas que nos ponemos y nos creemos, generando la siguiente secuencia “soy irresponsable”, entonces me comporto de manera irresponsable siempre que puedo, efecto conocido como profecía auto cumplida. Recordemos siempre que el ser humano es mucho más que la suma de sus partes y una sola conducta jamás será suficiente para definirlo en su totalidad.

Foto por Ben Konfrst on Unsplash